9.10.07

La noche de los museos

Según estimaciones oficiales, unas 350.000 personas participaron entre el 6 al 7 de octubre de la "noche de los museos".
No es materia de esta crónica, abrir un debate sobre la real trascendencia del evento organizado por el Gobierno de la Ciudad, ni sobre algunas de las curiosidades que sucedieron durante su transcurso. Tal el caso de un grupo de distraídos participantes, que debieron ser advertidos por los organizadores, que no se trataba de un museo y que eso que observaban embelezados no era una obra de arte; sino que se habían detenido en una verdulería y estaban frente a un cajón de tomates.
El objeto de estas líneas es dar a conocer algunos hechos de violencia, que lamentablemente se han vuelto costumbre en todo acto multitudinario, y que fueron omitidos por la prensa.
El más cruento, se produjo en inmediaciones del Museo de Bellas Artes. Allí se agruparon numerosos participantes -que portaban clásicos de la literatura- frente a un compacto cordón policial.
La situación se desbordó cuando fueron lanzados contra las fuerzas de seguridad, un ejemplar del Quijote y otro de La Divina Comedia; que se estrellaron contra los escudos de los uniformados. La formación policial, -fuertemente pertrechada- repelió el ataque, lanzando numerosos ejemplares de las revistas "Vamos" y "Paparazzi", logrando que los revoltosos se dispersaran rápidamente.

En el Palacio San Martín, luego de dos horas de espera, los participantes perdieron la paciencia y entonaron cánticos amenazantes del siguiente tenor:

"Paso a la cultura
no sean canallas
que si no nos abren,
rompemos las vallas"

Otro grupo, autodefinido como de choque e integrado por rollizos asistentes gritaba:

Abran el museo
si no quieren jaleo
que aquí esta la pesada,
la pesada de Botero.

En el tranvía de Puerto Madero, se registraron incidentes menores cuando un grupo de amantes de la escultura, se hizo presente en la estación Córdoba al grito de:

Paso, paso, paso
copamos el andén
nos gusta la escultura,
somos los "duros" de Rodin

Hasta altas horas de la madrugada, permanecieron en la esquina de Cabildo y Juramento, un nutrido grupo de elegantes señoras que, con pasos coreográficos desvelaron a los vecinos cantando:

Nadie pasa en esta esquina,
aquí mandan Las meninas,
porque somos de Velázquez
de Velázquez de verdad.
En fin... cosas de la cultura en una ciudad con violencia contenida.

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